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En este caso, la Madre Tierra en su danza elíptica alrededor del Padre Sol, sale del punto más cercano a él buscando el equilibrio desde su punto más equidistante del Ecuador en relación con el Sol. Así llegando el 21 de septiembre en el hemisferio norte y el 21 de marzo en el hemisferio sur, llegamos al Equinoccio de Otoño en el momento en que el día y la noche nuevamente tienen la misma duración.

Después de la intensa actividad prolongada durante los días del Verano, va llegando el merecido descanso. La Madre Tierra se comienza a secar, las lluvias terminaron de limpiar y nutrir todos los campos y sus frutos.

En este periodo en que hemos cosechado todo lo sembrado en todos los aspectos, la Naturaleza también se desprende de todo el follaje en sus árboles que no podrá alimentar, la vegetación estacional va cerrando el ciclo generoso de darnos toda la medicina y nutrientes que debemos almacenar para lo que viene.

El otoño es un tiempo de mudas, de cambios, de cerrar el ciclos, de agradecer la maduración de los frutos y almacenar las semillas que han quedado como promesa de renovación cuando llegue el momento. Mientras habrá que volver al equilibrio, volver al abrazo cotidiano del hogar y darle lugar en nuestras vidas a todo lo cosechado. Contemplando todo el trabajo logrado y valorando los aprendizajes del tiempo productivo estaremos preparados para un tiempo de dejar ir todo aquello que ya cumplió su objetivo o que por el momento no necesitaremos ni podremos nutrir.

Este tiempo de equilibrio que va retornando la energía a la Tierra y separándose paulatinamente de la energía solar, es un tiempo de transición, de preparación para entrar con todas las reservas energéticas reunidas previamente, a la oscuridad, al silencio y la quietud que hacen posible y necesario cuidar el pequeño fuego intimo familiar de la espera y la transformación.

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