Se llama menarquía al primer sangrado menstrual que inicia la edad fértil de las mujeres. Este sangrado se puede presentar aproximadamente entre los nueve y los catorce años de edad dentro de una sana normalidad. Este complejo proceso hormonal conlleva una profunda transformación en todos los aspectos fisiológicos, emocionales y de relaciones en las niñas, que repentinamente comienzan a madurar para convertirse en mujeres.
Alrededor de este proceso los cambios físicos, como son principalmente el ensanchamiento de las caderas, la hinchazón de los pezones, que se desarrollaran paulatinamente hasta convertirse en redondos y posiblemente grandes senos, además del crecimiento lógico de la “adolescencia”, pueden estar cargados de una densidad existencial y emocional, que como bien se dice a esta etapa de la vida, es un profundo “adolescer”.
Este proceso en sí mismo es “Iniciático” y es realmente una “Iniciación” profunda y definitiva en la vida de una mujer. La calidad de vida y ambiente familiar cultural que ha llevado una niña durante su infancia serán determinantes y fundamentales para atravesar este doloroso “puente” hacia su propia autenticidad y camino de Vida.
Toda transformación conlleva un duelo, dejar morir, despedidas, decepción,…tener que aprender a mirar hacia el futuro desde un presente en el que los sueños motivados por la inocencia y sus fantasías de juegos espontáneos van perdiendo lugar día con día.
Ahora comenzará a gobernar el impulso de deseos de salir al encuentro de la propia fuerza en todas sus posibles expresiones.
La niña “sacrificada” que va dejando su lugar a la joven doncella exploradora de nuevos sueños, claramente necesitará gran apoyo y compañía durante la intensa transición. Mientras la “renaciente” muchacha irá descubriendo su nuevo potencial creativo en la medida que va lidiando con su cuidado personal y construyendo así un refugio para su propia intimidad.
Esta gran Iniciación abre la posibilidad de reconocer la poderosa interdependencia que las mujeres sostenemos con las fuerzas de la Naturaleza. Reconocer nuestros ciclos de fertilidad regidos por la Abuela Luna y sabernos parte de un ritmo de muerte y renacimiento que nos procura una pureza y presencia dispuesta a expresar y construir nuestros sueños de Vida, paso a paso, día a día.
El mayor potencial que podamos desarrollar como mujeres en nuestra propia vida a partir de este momento, radica en el sentido de responsabilidad y compromiso que vamos asumiendo como Guardianas de la Fertilidad Humana; y en entregar desde esta dignidad, con agradecimiento a nuestras Madres y mujeres que nos criaron, reconociendo fraternalmente su entrega en su momento, nuestra naturaleza cambiante y cosmogónica al servicio del florecimiento y realización de la existencia.